En este momento te pregunto: ¿En realidad no tienes fe?, ¿O simplemente no te acomodan las formas en las que otros practican la fe? Si puedes confiar en que de verdad sucederá lo que esperas, entonces tienes algo de fe.
Todos tenemos fe, y a todos nos mueve la fe; pero a veces gastamos mucho de esta fuerza enfocándola en resultados negativos, porque es más fácil perdernos en nuestros errores que celebrar nuestros logros.
Ahora te propongo algo: cambiemos el enfoque con el que se valora la fe. Así como el éxito no se mide solo por la gloria alcanzada en la cima, la fe no se mide solo por las respuestas favorables obtenidas a las peticiones hechas; la fe tampoco se mide por las opiniones de otros o lo que alguien más reciba.
Pero vayamos un poco más allá: cambiemos el objeto de la fe. Quizás ponerla en ti mismo ha sido útil para algunas situaciones; para otras, la fe en la ciencia; incluso para algunas, la fe en los gobiernos. Pero una fe que puede crecer aún a pesar de la adversidad es la que ponemos en Dios; por el simple hecho de que todo lo demás es pasajero, y se acaba, pero Dios permanece.
Si antes el Dios de la tradición o de los rituales defraudó tus expectativas, ¿qué te parece comenzar la búsqueda de un Dios en quien puedas depositar tu confianza? Alejado de atavismos, tradiciones viejas o rituales inútiles, Él está buscando la forma de atraerte hacia su corazón diciendo: “No tengas miedo, confía en mí. Yo tengo para ti un futuro y una esperanza.”